Los primeros tiovivos no eran una atracción de feria, sino una máquina con la que se entrenaban los participantes en un torneo hípico llamado carrusel, en el que los jinetes debían utilizar sus lanzas para atrapar anillos suspendidos entre dos postes. Aquella máquina de entrenamiento estaba formada por caballos de madera atravesados por un poste, y se limitaba a dar vueltas alrededor de un eje.
Con el tiempo, este artilugio se convirtió en una atracción; era una de las joyas de las ferias, y sus propietarios solían ser personas muy populares.
Cuentan que en 1834, cuando iban a enterrar al dueño de un carrusel español, el supuesto fallecido gritó desde el interior del ataúd: "!Estoy vivo!". Desde entonces su atracción dejó de llamarse carrusel y fue bautizada como los caballitos del tío vivo.
Saturday, August 18, 2007
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